Cuándo nos encontramos con una persona, que conocemos, le
"prestamos atención"),
le saludamos. Es igual en Yoga. Me gusta empezar y cerrar cada sesión con un saludo para "prestarle
atención a lo que voy a hacer". El saludo
marca el principio y el fin de la actividad, crea como un paréntesis en la vida cotidiana para algo
especial.
Uso una postura, llamada
Samasthiti, Añjali Mudrā o Pranamasana.
Esta reverencia que se usa para saludar en muchos países
asiáticos. En este caso se suele denominar Namasté – que
podríamos traducir cómo "te saludo, inclinándome
ante ti".
Es muy
sencillo: de pie, pies paralelos, espalda recta. Unimos las palmas de las manos
a la altura del corazón y bajamos la coronilla, acercando la barbilla a los dedos. Antes
de unir las manos, podemos abrir los brazos e inspirando, dibujar un círculo
grande, cogiendo energía, prana del universo y, juntando las palmas encima de nuestra
cabeza, bajar las manos exhalando, trayendo esa energía
adentro.
Quedemos
inmóviles unos momentos, concentrándonos en el
equilibrio, en cómo nos sentimos… Podemos imaginarnos, cómo se
expande la energía por nuestro interior y, serenando la mente, nos preparamos para
lo que vamos a hacer a continuación. Para terminar una
sesión es como un botón de "salvar" para
todo el beneficio que conseguí durante la sesión y
también un agradecimiento por los beneficios obtenidos.
En
esta postura, unimos lo externo con lo interno, derecha con izquierda, arriba y
abajo, el yin y yang. Todo en equilibrio, todo en el centro. Este saludo se usa
también como reconocimiento de la igualdad de todo y cómo
muestra de respeto a lo sagrado que hay en cada cosa. Es un reconocimiento de
un alma por otra alma.
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