Se impartió en Vicoria Yoga, un estudio elegante e minimalista, con una sala cómoda y calentita.
En total, hubo diez clases a lo largo de tres días, en las cuáles aprendí muchas cosas nuevas (algunas ni creía que eran siquiera posibles), me sorprendí a mi misma haciendo cosas de las cuáles no me creía capaz y me asombré una vez más por la inmensidad que el Yoga ofrece. No me aburiré de practicarlo nunca.
Dos clases impartió Amara Carvajal, la primera: Del Fuego a la sabiduria, y la última, titulada Hacia la fortaleza del corazón.
Con Lidia Gutorenko hubo tres clases, las que se centraron en el trabajo con la Cintura escapular, el Core y Piernas y Caderas, unas clases bastante avanzadas y desafiantes.
El anfitrión y organizador, Óscar Montero, nos impartió la clase de Sthiti Krama Yoga: consigue tus metas en la vida (lo cuál depende de la etapa vital).
Muy interesantes e importantes las clases de Tomás Zorzo, la primera fue Práctica para la espalda: Como fortalecer, proteger y fortalecer la columna vertebral y la segunda Práctica para la estabilidad mental: Asanas, pranayama y meditación para combatir el estress, reducir la ansiedad y estabilizar la mente.
Las dos clases teóricas sobre los orígenes del Yoga a mano de Javier Ruiz Calderón (De las upaniṣad a la Bhagavad Gītā y De los Yogasūtras a nuestros días) se nos hicieron cortas y muy amenas.
En general me pareció un nivel muy alto en cuanto a las clases, volví con el cuerpo más compacto, las pilas cargadas y con más ilusión de practicar e divulgar el Yoga.
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