Según
el yoga, y en concreto la ciencia de la respiración denominada en
sánscrito svarodaya, la respiración es el nexo entre el
cuerpo y la mente. El aliento guarda una relación estrecha con la
energía vital. Cuando alguien muere y la energía vital se acaba,
decimos que esa persona ha expirado. Por otra parte, si alguien
experimenta un aumento de energía mental y de creatividad, decimos
que dicha persona está inspirada.
En
el yoga se ve al hombre como un ser con muchos planos diferenciados
de existencia: el plano físico, el plano mental y un tercer plano
que está más allá de la mente. Mente y cuerpo no se relacionan
directamente, sino que se conectan a través de un estado intermedio
de funcionamiento. Este nivel intermedio guarda relación directa con
la energía, el prana. Prana es el vínculo entre psique y
soma “vital” porque la energía es la base de la vida y de la
vitalidad. Nada más morir un ser, la energía se escapa; el cuerpo
permanece, pero la energía, junto con su último aliento lo
abandona. La respiración es el vehículo del prana. El flujo
respiratorio contribuye a determinar el flujo de energía que
sustenta el cuerpo físico.
La
importancia de la respiración se extiende más allá de las
funciones metabólicas (respiración celular, la cuál aporta a cada
una célula de un organismo el oxígeno necesario para producir
energía): existe una relación entre las emociones y la respiración,
ya que los estados de emoción intensa parecen estar asociados a
cambios en el proceso respiratorio ( por ejemplo el sollozo
acongojado o respiración temblorosa provocada por la ira). De la
misma forma que un estado psicomental/emocional genera un específico
rimo respiratorio, un específico ritmo respiratorio provoca un
determinado estado psicomental/emocional. Equilibrar el flujo
respiratorio calma la mente y ayuda a conseguir estados de meditación
profunda. La terapia respiratoria ayuda a interrumpir y controlar
patrones de respuesta emocional no deseados.
La
respiración es la única función física tanto involuntaria (por
ser una actividad refleja) como voluntaria (podemos controlarla
conscientemente). La enorme transcendencia de una idea tan simple
resultaba obvia para los yoguis de la India: la respiración es la
clave que nos permite controlar el sistema nervioso autónomo, la
parte de nuestro funcionamiento que, según las enseñanzas
occidentales, está más allá de nuestra conciencia y se desarrolla
de manera totalmente instintiva.
Si
nos ponemos a trabajar la respiración deliberadamente (ejercicios de
pranayama), notaremos cambios no solamente a nivel
psicomental/emocional, sino también en el funcionamiento del cuerpo
físico e incluso, en algunos caso, en su aspecto, dado que el tejido
físico cristaliza alrededor de un campo de energía subyacente.
Quien haya aprendido a controlar el prana, sabrá controlar las
energías de este universo.
Y una reflexión más: todos los seres vivos respiramos el mismo aire, estamos unidos a través de él. En algún momento respiraremos las mismas moléculas de oxígeno que un árbol, una ballena, nuestro vecino o nuestra tatarabuela. Somos uno.
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