Mi vagina llora. Llora lágrimas de sangre cuando toca y cuando no, también. Llora lágrimas de sangre, lágrimas de rabia y de tristeza. Llora desde las heridas del cuello del útero, heridas de rabia y tristeza de no ser amada, no amarse, no amar. Llora por no haber sido madre, por haber tenido relaciones con hombres que realmente no me querían aunque decían que sí. Llora por la rabia e impotencia de sentirse encarcelada dentro de sus propias creencias limitantes, antiguas decisiones que me han influido toda la vida y han condicionado mis relaciones...una especie de encarcelamiento autoimpuesto que intenta compensar los pecados de los demás.
Tendría yo 5 o 6 años cuando decidí que no me iba a casar nunca y nunca tendría hijos. Los adultos a quienes se lo contaba, se reían, les hacía gracia. Pensaban que eran tonterías de niña. Pero era una niña muy cabezota y si algo decidía y lo decía...lo hacía. Los adultos se divertían porque no percibían la magnitud de una promesa con carácter psicomágico.
Pero ¿por qué necesitaba yo sufrir y castigarme por algo que no era culpa mía? Que mamá y papá no se quisieran y hubiera sido mejor que se separasen y yo no tenía que haber nacido. Hubiera preferido no haber nacido. Pues así por lo menos decidí no repetir nunca jamás lo que hicieron ellos. No comprometerme, no traer hijas e hijos al mundo para no hacerles sufrir.
Los errores de mis padres no son mi culpa, tampoco que mi abuelo probablemente fue concebido de una violación. Sin embargo siento una responsabilidad, necesidad de remendar, contarrestar sus “pecados”, renunciando de tener una relación profunda con otra persona, renunciando a participar en el acto supremo y tan natural de los seres vivos como es reproducirse. Renuncio al amor, a la vida misma. Tal vez ni siquiera merezco vivir porque en vez de ir hacia la vida, tiendo hacia la muerte. Mi vagina, mi cuello de útero, es el lugar que almacena toda esta información de los antepasados, del clan familiar. Almacena toda esta emoción, tristeza, no merecimiento, rabia...y muerte.
El lugar donde debería surgir la vida, albergar y crearla, yo, con mis creencias mágicas lo estoy mortificando, matando poco a poco, creando células insanas, células malignas. Creando heridas que no sanan y lloran, lloran lágrimas de sangre cuando toca y cuando no, también.
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