Cada persona nace con su propio sonido interior al cuál responde y a través del cuál se comunica con el mundo invisible.
La música se encuentra presenta en cualquiera de las manifestaciones de la naturaleza. El sonido de una cascada, un río fluyendo, el caer de la lluvia, el crepitar del fuego, el ulular del viento, los trinos de los pájaros...
El hombre, desde el origen de los tiempos, se encuentra rodeado por un mundo musical, un mundo lleno de armonía subliminal, que le influye física, psíquica y emocionalmente, consiguiendo crearle de manera natural tanto estados de relajación y de estimulación como la armonización de su energía vital.
La música de la naturaleza ejerce sobre nosotros una poderosa influencia, algo indefinible e inmenso, una fuerza impulsora que nos hace vibrar y estremecer, y que nos armoniza y une a través de un invisible cordón umbilical, en una experiencia común de los seres humanos, con nuestro origen natural.
La música nos ha rodeado y alimentado desde que fuimos concebidos. Es algo intrínseco a nuestro ser. Desde los sonidos que nos llegaron a través de los líquidos amnióticos durante nuestra gestación, hasta los rítmicos latidos de nuestro propio corazón, todos tenemos grabado en nuestro subconsciente la música y el ritmo. Así, la música forma parte de nosotros como elemento esencial.
La utilización de la música como terapia hunde sus raíces en la prehistoria, puesto que se sabe que la música estuvo presente en los ritos mágicos, religiosos y de curación. Sin embargo, los primeros escritos que aluden a la influencia de la música sobre el cuerpo humano son los papiros egipcios descubiertos en la ciudad de Kahum. Datan de alrededor del año 1500 a. C y en ellos ya se racionaliza la utilización de la música como un agente capaz de curar el cuerpo, calmar la mente y purificar el alma, así, por ejemplo, se atribuía a la música una influencia favorable sobre la fertilidad de la mujer. En la época sumeria, la música ya se relacionaba con la astrología y las matemáticas, considerando que el Universo (macrocosmos) y el Hombre (microcosmos) estaban enlazados por la música.
Orfeo era considerado el padre de los cantos en la Grecia antigua. Su música tenía tal magia y belleza, que las fieras al escucharla se calmaban, la Naturaleza se mostraba sensible, y aún las almas de los hombres más terribles se dulcificaban con sus notas.
El término musicoterapia, según La Federación Mundial de Musicoterapia, se refiere al uso de la música y/o sus elementos (sonido, ritmo, melodía, armonía) realizado por un musicoterapeuta calificado con un paciente o grupo, en un proceso creado para facilitar, promover la comunicación, las relaciones, el aprendizaje, el movimiento, la expresión, la organización y otros objetivos terapéuticos relevantes, para así satisfacer las necesidades físicas, emocionales, mentales, sociales y cognitivas. Tiene como fin desarrollar potencialidades y/o restaurar las funciones del individuo de manera tal que este pueda lograr una mejor integración intra y/o interpersonal y consecuentemente una mejor calidad de vida a través de la prevención, rehabilitación y tratamiento.
Muchos son los beneficios que aporta la musicoterapia, sea de manera pasiva (escuchando) o activa (tocando un instrumento, cantando) y muchos los ámbitos en los que se puede usar. Además de los efectos sobre nuestro organismo, la música también ejerce una enorme influencia en nuestras emociones y nuestra mente:
֍ estimula la expresión de los problemas y las inquietudes
֍ favorece el desarrollo emocional y afectivo
֍ agudiza la percepción sensorial
֍ fomenta la interacción social y la comunicación verbal y no verbal
֍ ayuda en la formación y desarrollo personal
֍ ayuda a superar discapacidades de aprendizaje
֍ ayuda a resolver problemas psicológicos y cambiar conductas establecidas
֍ mejora la autoestima
֍ promueve la sociabilidad
...y un largo etcétera. La musicoterapia se puede emplear también con personas que no están enfermas pero quieren aumentar su bienestar, así como su creatividad y su capacidad para resolver problemas, manejar el estrés y mejorar la autoestima.
Terminaré con la idea, una vieja creencia, que cada una de nosotras tenemos nuestro sonido personal subconsciente. Y si lo descubrimos, las fuerzas espirituales, dinámicas, emocionales y primitivas, que la música integra en una experiencia universal, nos pueden servir en la batalla contra las enfermedades del cuerpo y mente.
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