El otro día volvía de noche de casa de unos amigos.
Era una noche misteriosa, con viento y lluvia, bastante típica en esta época de
año en Compostela. Subía por las escaleras de la Ruela de Caramoniña, cuando me
encontré con una salamandra. Negra con manchas amarillas, toda húmeda e
brillante, bastante indiferente a su entorno. Di dos pasos y me encontré
otra...y otra...y otra, en total alrededor de diez. En toda mi vida junta no
había visto tantas salamandras como esa noche.
Caramoniña es una calle emblemática, que estaba
abandonada durante mucho tiempo y se revalorizo hace poco con una construcción
de viviendas al lado. Es una cuesta empinada que sube desde el CGAC (aunque
tiene un tramo más abajo), sigue pegada al muro del parque de Bonaval para
desembocar arriba en la calle Teo en el barrio Almáciga. No hay ninguna otra
calle parecida, tan verde, húmeda y "enxebre". Será por ese verdor,
humedad y tranquilidad que la eligieron las salamandras como su escondite.
La salamandra común, con su nombre en latín Salamandra
salamandra, que parece un hechizo, es un anfibio, un lagarto negro y amarillo
de alrededor de 20cm. Le gusta la humedad y prefiere salir de noche. Por el día
se refugia bajo la hojarasca, troncos de árboles caídos o bajo piedras. Las
larvas se encuentran en arroyos y fuentes de aguas limpias. Para su
reproducción necesita agua, dado que las hembras son ovovivíparas y paren
larvas semidesarrolladas en el agua.
La salamandra aparece catalogada como "preocupación
menor" por la UICN (El Comité Español de la
Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza), aunque si se
consideran las subespecies, algunas pueden catalogarse como amenazadas. Sus mayores
amenazas son la destrucción de hábitat y en consecuencia la fragmentación de
las poblaciones entre otras. (En general, las poblaciones de salamandra, que
vive a lo largo de Europa, se mantienen estables, aunque localmente pueden
haber disminuido e incluso haberse extinguido, como en la Península ibérica
donde ha desaparecido en los últimos 20 años).
Parece que tuve mucha suerte, que
pude avistar tantas en el mismo sitio, y aún más siendo una zona urbana. La
que vi era probablemente la subespecie Salamandra
salamandra gallaica, que se distribuye por el centro y sur de Galicia, casi
todo Portugal y Extremadura. Según la descripción es “grande y robusta…su
diseño se compone de manchas amarillas irregulares similares a arabescos”.
Como en el caso de otros animales
existentes en la vida real, a lo largo de los siglos se le han atribuido
diversas cualidades fantásticas. La salamandra era venerada como símbolo de la
pureza, la permanencia y el fuego. Según Aristóteles la salamandra podía pagar
el fuego al pasar sobre él. También se le atribuían poderes oscuros de “emponzoñar
y secar un árbol frutal y envenenar los pozos de agua potable” cómo sostenía Isidoro
de Sevilla unos siglos más tarde. En los bestiarios medievales aparece con
rasgos caninos, porcinos o incluso humanos, a veces como un perro alado o ave
entre llamas, incluso le llegan a dibujar como a un dragón.
Cuentan las leyendas que las
salamandras son los espíritus elementales del fuego. Estos espíritus forman su
reinado instantáneo cuando se enciende una fogata o un fuego comienza. Aportan
claridad de pensamiento y son impulsoras de renovación y cambio. A las
salamandras se les conocía como las hadas de fuego.
También se cuenta, que en momentos de
tormenta realizan un trabajo de orientar los rayos. Quién sabe? Tal vez
necesitamos las lagartijas con la cara moniña, para evitar los rayos en Compostela….
No hay comentarios:
Publicar un comentario