La
vida es energía, energía que vibra, energía en movimiento. Lo que
está vivo, se mueve, danza. Todo el universo tiene un
ritmo, se mueve en ciclos, que van desde los ciclos de nuestro propio
planeta que gira sobre sí misma y a la vez orbita el Sol y éste
junto con la galaxia entera viaja por el universo.
El
universo se expande y se contrae en periodos de tiempo inmensamente
grandes, este movimiento es parecido al latido de un corazón. Existe
todo un conjunto de ciclos rítmicos celulares, moleculares y
biológicos. El equilibrio energético de un individuo dependerá del equilibrio oscilador de todas las células que los componen.
Incluso en la escala social, podemos ver ciclos en la
historia.
Todos
estos ritmos tienen influencia sobre nuestro cuerpo, sobre nuestras
posibilidades, nuestra salud, nuestro comportamiento y nuestra vida
en general. Conocer estos ritmos y su influencia sobre nosotros
se convierte en una obligación si queremos vivir en armonía con la
naturaleza y con nuestra propia biología.
Ya los antiguos libros de lo Vedas nos advertían de que formábamos parte de un todo y que cualquier acontecimiento que tuviera lugar en ese todo repercutía especialmente en todo su conjunto. Hoy la ciencia moderna, especialmente la física cuántica, ha vuelto a descubrir ese sentido védico: el universo es una inmensa red y cualquier acontecimiento que acaezca en cualquier lugar afecta a toda la red entera.
Conocer los ritmos de vida (ciclos de la Luna y del Sol, cambios estacionales, cambios día y noche etc. ) significa aprovechar lo mejor que hay en nosotros, utilizar nuestras energías al máximo y saber racionalizarlas. Este conocimiento nos permite conocer cuáles son nuestros momentos de reposo y actividad, cuáles son los momentos en que somos más creativos, cuando estamos más propensos a sentir dolor etc. Sin embargo, debemos saber que no todas las personas tenemos los mismos ritmos, por lo tanto es recomendable un cuidadoso estudio de nosotros mismos, una autoobservación de nuestro cuerpo y nuestras emociones, una atención especial que no lleve a ese saber, que forma parte de la naturaleza y de nuestro ser.